Carolina Sardina, sargento de la Policía de Salta, denuncia el maltrato e injusticias que enfrenta dentro de la institución. Su valiente testimonio revela una cultura de abuso y silencio en la fuerza.

La situación de la Policía de la provincia de Salta ha dejado de ser un tema tabú. Carolina Sardina, una sargento de 16 años de servicio, ha decidido romper el silencio y denunciar el maltrato sistemático que sufren los efectivos policiales por parte de sus superiores. En una emotiva entrevista, Carolina relató cómo su lucha por la dignidad y el respeto se ha convertido en un calvario, marcado por represalias y una profunda crisis institucional.
Durante la conversación, Carolina compartió su experiencia al ser considerada una “quilombera” –una que cuestiona el abuso de autoridad– y el costo personal que esto ha tenido. “Siempre que me defiendo, me cambian de destino. Cada vez que trato de hablar sobre lo que sucede, las puertas se me cierran”, afirmó, visibilizando una cultura de persecución que castiga a quienes se atreven a alzar la voz.
La denuncia de Carolina resuena en un contexto desolador. En los últimos años, varios efectivos de la policía se han quitado la vida, un fenómeno que ha sido silenciado por la institución. “No recibimos apoyo real. Hacen todo un circo de que hay contención, pero es solo eso, un circo”, dijo, enfatizando la falta de atención a las necesidades emocionales y psicológicas de los policías.
Carolina, que se siente atrapada en un ambiente tóxico y deshumanizado, relató que “somos tratados como máquinas. No tenemos sentimientos, no sentimos hambre ni frío”. A pesar de su dedicación al trabajo social y su compromiso con la comunidad, se enfrenta a un sistema que ignora sus esfuerzos y le impide avanzar profesionalmente.
La situación se vuelve aún más angustiante cuando Carolina revela que, después de hablar sobre su experiencia, efectivos de la división psicosocial y laboral aparecieron en su domicilio, preocupados por su bienestar. “Me retuvieron el arma porque creen que puedo hacerme daño. No tengo intención de quitarme la vida”, afirmó firmemente, destacando la injusticia de una respuesta que la silencia y desconfía de ella.
Con el dolor de quien ha lidiado con la burocracia y el abuso durante años, Carolina concluyó: “Lo único que pido es respeto y que me den el lugar que me corresponde”. Su valentía al hablar pone de relieve una realidad inquietante dentro de la fuerza policial de Salta, un llamado a la acción para abordar el maltrato y la falta de apoyo a quienes arriesgan sus vidas por la seguridad de la comunidad.
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