
El gobernador Gustavo Sáenz encabezó este lunes un acto en el que entregó siete ambulancias a distintos hospitales del interior provincial. Durante su discurso, apuntó contra el gobierno nacional reclamando mayor federalismo y señalando que “el Estado debe estar presente” para garantizar salud, educación y seguridad en el norte argentino.
Sin embargo, el planteo de Sáenz choca con la realidad de su propia gestión. Si bien destacó la compra de más de 130 ambulancias y la descentralización de algunos servicios médicos, lo cierto es que en Salta persisten graves problemas estructurales: hospitales con falta de insumos, profesionales mal pagos que migran a otras provincias y comunidades enteras sin acceso a especialistas ni a guardias permanentes.
En educación, el panorama no es mejor. Las escuelas del interior enfrentan serias deficiencias edilicias, docentes que reclaman por salarios dignos y estudiantes que deben recorrer kilómetros para llegar a un aula. En seguridad, la violencia y el narcotráfico se expanden en barrios y fronteras sin que la policía tenga los recursos suficientes para actuar.
El discurso federalista de Sáenz intenta colocar a Nación como único responsable del atraso, pero el malestar social en Salta refleja también las limitaciones y errores de su administración. Mientras reclama presencia del Estado en Buenos Aires, los salteños reclaman lo mismo a su propio gobernador.
La paradoja es clara: Sáenz denuncia desigualdades, pero aún no logra resolver las profundas desigualdades internas de la provincia que gobierna.
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